El fenómeno de la muerte: una perspectiva religiosa, científica y crítica
- Diana Urrego
- 3 oct 2015
- 3 Min. de lectura

No deja de ser sorprendente, desde una perspectiva religiosa, que la humanidad, de diferentes maneras y siempre, ha mantenido la pregunta por la unidad entre el nacimiento y la vida después de la muerte; es lo que ha motivado todas las religiones y ha logrado crear diferentes maneras de "eternidad". Desde los egipcios que construyeron las pirámides como grandes urnas funerarias para salvaguardar los cuerpos momificados de sus gobernantes y sacerdotes, hasta hoy que cargamos en pequeñas urnas funerarias las cenizas de nuestros seres queridos y las guardamos en osarios que se visitarán hasta después de nuestra propia muerte, como un nuevo rito reverencial del inicio de un camino hacia la eternidad.
Ahora bien, si ubicamos la reflexión desde la ciencia y quisiéramos pensar desde ella en la posibilidad des ser eternos, habría que agradecerle a la alquimia el hecho de haber iniciado esta reflexión cuando los alquimistas luchaban por encontrar el "elixir de la Vida" para la eterna juventud, que igualmente lleva a Fausto a pactar con el demonio la eternidad a costa de ve venderle su propia alma También en este campo la razón científica ha inquirido y a formulado teorías y corrientes a espaldas de las explicaciones religiosa, teológica, filosóficas y esotéricas, que generan una concepción de la vida y de la realidad, tales como: el existencialismo de Sartre, el nihilismos de Nietzsche o el vitalismo de Dilthey o el simple deterioro biológico que nos lleva la senectud acompañada de la detención absoluta de toda forma de movimiento ordenado por las neuronas cerebrales que no responden al sodio, al potasio y al calcio por la usencia de oxigeno que ya no llega a los pulmones y detiene los procesos fisicoquímicos de todo nuestro mapa celular.
Cuan nos acercamos a una reflexión epistemológica sobre este asunto, nos encontramos con la pregunta sobre el funcionalismo biológico y la constitución fisicoquímica del cuerpo humano. Se deja por fuera el dualismo platónico o cartesiano de creer y afirmar que somos una máquina con cuerpo y alma, invento occidental en donde se siembran todas las “religiones”. Y es cuando debemos acordarnos de la consideración epistemológica actual que propone la neurociencia y entender con ella que el cerebro es una máquina cuya tarea es construir la realidad con conceptuales y símbolos diferenciadas en lo cultural, lo regional, lo psicológico, lo intelectual que nos lleva a respetar los innumerables mundos imaginados en las distintas épocas históricas, por la humanidad que van desde las diferentes formas de premio y de catigos enas tantas y distintas civilizaciones del oriente y del occidente, según nuestro paso por la vida y nustras acciones buenas o malas. Después de todo creamos e imaginamos los dioses a nuestra imagen y semejanza pero con los poderes de resolver las situaciones que nosotros no podemos resolver.
Las cosas han cambiando. Desde hace ya un tiempo para acá, y dada la crisis de las religiones pervertidas por el fundamentalismo, el surgimiento del escepticismo y el paradigma de la incertidumbre científica sobre sus grandes afirmaciones y la cosificación utilitarista de los valores mismos de la humanidad, imaginados como como la vida y la dignidad, la muerte se nos presenta como un cósmico, que al igual que la existencia vital, biees el resultado del big bang, única razón de estar aquí y ahora como mínima condensación del tiempo y el espacio que nos ha tocado compartor con otros en el de desgaste de las células cuya visión existencial se prevé para la eternidad, no espiritual sino genética o por clonación.
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Por todo lo anterior dejamos claro que estas reflexiones sobre la prolongación de la vida tocan aspectos religiosos, científicos y axiológicos que serán preocupaciones de siempre para la razón humana. Claro está que la reflexión se realizará ahora desde nuevos paradigmas, menos metafísicos y más previsibles desde las ciencias biológicas o ciencias de la vida, base para pensar en cómo encontrar la manera de evitar que la humanidad desaparezca como especie del universo llevándonos ha entender que somos ciudadanos del universo, responsables del mejoramiento sustentable y sostenible de la sociedad y pensando siempre que este mundo fue prestado por nuestros hijos a los cuales se lo debemos devolver mejorado.
Más allá de toda previsión o detención de la muerte o de aspirar a la "resurrección eterna", la especie humana será la responsable de su permanencia en la tierra o en el espacio en que podría subsistir. Así que ante todo, y para efectos educativos, el saber y el hacer sobre la sostenibilidad ecológica y el manejo de los recursos naturales, serán la oportunidad de mantener la vida en el planeta. No hay otra opción: nos entendernos conectados con el planeta, el universo y con las personas que cada día hacen de la realidad un argumento para entenderla y sobrevivir en una relación natural con los otros, por lo que somos una especie para la sostenibilidad de la vida y no “seres para la muerte”.
Bogotá. Colombia 2012
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