LA DEMOCRACIA UN ACTO DE RACIONALIDAD
- Diana Urrego
- 3 oct 2015
- 9 Min. de lectura
Conferencia dictada en el auditorio del teatro de del Municipio de Chía (C/marca). Abril 6 de 1989
Lic. Juan de Dios Urrego G.
Desde que en Atenas el griego entendió que la razón fundamenta al hombre, la democracia irrumpe como la vivencia cotidiana del respeto al otro. Así que quien no respeta el estado del otro (su situación), es enemigo de la cordialidad y de la paz.
Manuel Kant señala, muy atinadamente, que “la razón es la expresión más elevada de la democracia”; es decir que aquel que no respeta la razón porta en su nivel de ignorancia un sentimiento antidemocrático. O lo que es mismo, aquel que le teme a la razón cae en la irracionalidad que es una forma de tenerle miedo a la libertad.
En esta perspectiva, la democracia es el dialogo. Dialogo que permite la confrontación de las ideas que sobre el mundo y la sociedad se tienen. Ideas que han de ser bien contradictorias para que el desarrollo y la evolución del pensamiento se inscriba en la historia como real y no como fantástico. Así, pues, la democracia viene a ser el resultado de la contradicción. Mejor, la democracia es la contradicción resuelta de manera racional e inteligente, que puntualiza al hombre como ser irrepetible capaz de PENSAR POR CUENTA PROPIA su condición comprometida con la libertad y con su individualidad. De esta manera la democracia es también el resultado del PENSAR EN EL LUGAR DEL OTRO. No es ni será un pensar por el otro, esto negaría la libertad y la razón del otro, no sería posible el dialogo y si la orden, el mando, la humillación y la degradación en la sumisión del otro, conductas que provienen de lo irracional en forma de miedo y de terror a la pregunta que nos deja sin respuesta distinta a la de negar la individualidad del otro, autónomo en la búsqueda de la libertad.
Pensar en el lugar del otro significa reflexionar aquella idea o pregunta que contraría la nuestra, escuchar desde donde proviene y averiguar si nuestra lógica resiste la lógica del otro. Pues a lo mejor nosotros somos los equivocados y los portadores de un error que pensábamos por verdad. Solo así se adquiere la mayoría de edad; cuando no llamamos al tutor a responder por nosotros, ahí somos adultos, y la democracia es la adultez de la razón.
Ahora, si lo que más deseamos es vivir la democracia, esta vivencia se inicia siendo CONSECUENTES. Ser consecuente significa reconocer en el otro que tiene sus ideas, sus sueños, sus fantasías, sus complacencias, sus intereses y que además en su individualidad caben también los errores. Francis Bacon afirmaba “la verdad surge del error y no de la confusión” y yo señalo que estar confundido es un estado de ánimo, no un estado de razón anterior al saber. Solo se aprende con base en los errores y quien esto hace, lo hace como ser consecuente.
Lo primero es reconocer el error, el mío. Lo segundo es pensar en el lugar del otro y lo tercero es pensar por cuenta propia. Son tres momentos de un solo movimiento racional en el cual la razón adquiere la superación en la democracia. Lo demás es la negación del pensamiento, la perdida de la individualidad y la abolición de la libertad o vivencia histérica del miedo a la democracia y a la libertad donde ya no hay la identidad del yo sino en reflejo de lo que los otros esperan que yo sea; yo soy “como tú me quieras”, y actuó “como tú me digas”.
II
Desde la base de la movilidad del pensamiento, la morbilidad de la reflexión sobre el otro se sustrae a las casualidades de la conducta, haciendo que la democracia apunte hacia la aceptación de la violencia como lo propio de las acciones de la razón democrática. En este momento se han invertido los fundamentos axiológicos de la cultura y olvidado los principios de la ilustración que colocaba al hombre como un ser racional capaz de asumir decisiones adecuadas a sus intereses. La irracionalidad es utilizada como motivadora de acciones representativas y generadora de grupos de poder que desde su propia perspectiva deshumanizan al hombre y normatizan la democracia colocándola como defensora de la violencia, dogmatizando y anarquizando la conducta individual y colectiva, al obstaculizar el pensamiento original y al considerar toda verdad como relativa, cayendo inexorablemente en el escepticismo y en el cinismo de aquellas sociedades en lasque el proceso de individualización ha sido poco, donde además impera una cultura ritualista de la muerte y de la violencia y en donde por último, la existencia individual no constituye un problema distinto al funerario.
Estamos pues en el punto en que el asesinar o ser asesinado se constituyen como actos de heroísmo permeados por una irracionalidad social que auspicia y predica la destrucción total del contradictor.
La democracia así es un dialogo sin sujetos y un discurso sin objeto. Me pregunto entonces. Donde está la democracia si son abolidos los sujetos?... y al ser estos abolidos donde ubicamos su objeto?... No habrá sujetos ni objeto para que exista la democracia hasta cuando so se haya recuperado la racionalidad de las acciones del hombre como presencia del pensamiento explicativo de las contradicciones que el mismo vive y genera, y estas entendidas como forma propia de su manera de existir. En el antagonismo de sus vivencias el hombre clama defensa del derecho a la utopía, que aunque no le alcance la vida para ello, habrá sentido en su existencia y por esto mismo la presencia de la libertad. Y, la libertad se encuentra allí donde la razón puede preguntar por lo mismo y lo distinto sin esperar respuestas fijas, confabulatorias o amañadas a la pregunta siempre presente o ausente por sí mismo y por el otro. Pensar que la democracia da respuestas definitivas es creer que la razón está acabada y que el pensamiento está detenido en la brevedad del tiempo. Es matar la posibilidad de la pregunta, es decir al hombre que en esencia es él mismo la pregunta.
Al respecto dice Milán Kundera:
“Y es que las preguntas verdaderamente serias son aquellas que pueden ser formuladas hasta por un niño. Solo las preguntas más ingenuas son verdaderamente serias. Son preguntas que no tienen respuesta. Una pregunta que no tiene respuesta es una barrera que no puede atravesarse. Dicho de otro modo: precisamente, las preguntas que no tienen respuesta son lasque determinan las posibilidades del ser humano, son las que trazan las fronteras de la existencia del hombre. (1).
Para la democracia el temerle a la pregunta es temerle al hombre. Es una forma de mostrar el miedo a ser libre, cuya real expresión política es el fascismo, tal como lo expone Erich From, en su libro el Miedo a la Libertad, fenómeno este que no es accidental, de un momento o de un país determinado, sino que es la manifestación profunda de una sociedad en crisis por ausencia de proyectos de vida y de desarrollo, que abarca los cimientos mismos de la civilización. Es el resultado de no racionalizar y escamotear las contradicciones que amenazan con destruir la sociedad y al hombre mismo.
El miedo a la libertad es la negación de la democracia. Se constituye como limitante de racionalidad generando el que la estabilidad y la expansión del ejercicio democrático no dependa de la capacidad de autogobierno por parte de los ciudadanos, es decir, de su aptitud para asumir decisiones racionales en aquellas instancias en las cuales en tiempos pasados dominaba la tradición, la costumbre, o el prestigio y la fuerza de una autoridad exterior. Esto significa que la democracia podría subsistir solamente con el logro de un fortalecimiento y expansión de la personalidad de los individuos que los haga responsables de sus decisiones dueños de su voluntad racional y de unos pensamientos auténticamente propios.
Preguntémonos ahora si el miedo a la libertad no es el mismo miedo que se le tiene a la democracia? O lo que es mismo, afirmar que en últimas a lo que se le teme es la racionalidad. Vivimos en un momento en que se quiere eludir a toda costa el pensamiento racional sobre la realidad y sobre las responsabilidades, relegándolo plácidamente a otros y entregándoles nuestra voluntad. “En realidad-dice Erich Fron- para el ciudadano particular que piense en los asuntos nacionales, no hay campo para esa voluntad ni tarea en laque pudiera emplearse. Forma parte de una comisión no funcional, la comisión de toda la nación, y es por esto por lo que gasta menos esfuerzo disciplinario en comprender un problema político, que una partida de bridge”. (2).por tal razón permitimos que esta tarea de racionalizar la realidad y las responsabilidades sea asumida con gran empeño por los medios informativos en donde la noticia se convierte en mercancía y en donde los hechos son expresados de una manera no casual, autónoma e independiente de sus interacciones socio-económicas, perdiéndose en la jungla de infinidad de hechos no correlativos. Es la aplicación clara de la ley o principio periodístico llamado “sincretismo-homogenizado”: la acción del asalto al palacio de justicia, hecho noticioso de este holocausto, no solo hace que se agote el periódico, sino que además radial y televisivamente, sea seguida o interrumpida, con todo el descaro o cinismo, por un anuncio de propaganda sobre detergentes o gaseosas o los extraños gustos alimenticios de Amparo Grisales.“El mismo locutor, con la misma voz sugestiva, insinuante y autoritaria, que acaba de emplear para convencernos de la serenidad de la situación política, trata ahora de influir sobre su público acerca del merito de determinada marca de jabón, que ha pagado los gastos de las noticias radiales”. (3).
Este sincretismo es hábilmente manejado al punto de lograr la incrueldad, y el desinterés por lo que vemos u oímos. Todo se nos presenta como cinematográfico y la realidad se nos da con depurados “efectos especiales”. Se reduce nuestro juicio crítico analítico y con el tiempo, nuestra actitud de pensar por cuenta propia sobre lo que ocurre en el mundo, va tomando un carácter de indiferencia y de escepticismo que desdibuja nuestra personalidad y nuestra racionalidad. En nombre de la “democracia” y de la “libertad” la realidad pierde todo el sentido de totalidad al ser homogenizada por las connotaciones explicativas de casualidades esotéricas, de fuerzas indomables, de profesáis cumplidas que en minutos sepultan una ciudad o aumentan la deuda externa. Explicaciones dadas y parcializadas en el interés de alienar la reflexión del hombre y poder hacerlo actuar según la expectativa ajena y prenderlo de manera automática a cualquier ideología o “líder” que le promete excitación emocional y una estructura política con símbolos y mitos que aparentemente le den significado a su vida individual. Este es el autómata desesperado donde anida el miedo a la libertad y a la democracia y donde encuentra suelo fértil la irracionalidad política.
Digámoslo de una vez. Hasta cuando la democracia no sea entendida como un acto de racionalidad, sobre nuestras cabezas seguirá pendiente, como la espada de Damocles, la irracionalidad del fascismo como expresión del miedo a la libertad y a la democracia.
De este modo la recuperación de la racionalidad es recuperación de la pregunta del otro, generada desde el fondo de su identidad individual, recuperación ésta que es el despegue de la democracia cuyo desarrollo mismo está en cada uno de nosotros al considerar las posibilidades reales de entender los principios de la racionalidad que Kant nos ha planteado: pensar por cuenta propia, pensar en el lugar del otro y ser consecuentes. (4).
Si esto es así no será posible seguir hablando de clases de democracia o de la democracia de clases, sino de las contradicciones que resueltas racionalmente propician los cambios cualitativos y cuantitativos para una sociedad, que aun no tiene claros los conceptos de libertad y democracia enmarcados en las potencialidades racionales del hombre.
III
Quiero terminar diciendo que la recuperación del pensamiento racional será la recuperación de la democracia. La democracia no se halla en ninguna constitución, ni en los textos escolares, ni mucho menos en la voz y las acciones de los políticos que atrevidamente quieren manejarla. Tampoco está en los 30 artículos de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre Ciudadano aprobados en la O.N.U. el 10 de Diciembre de 1948.
La democracia está allí donde haya un hombre que racionalice la pregunta por sí mismo y la del otro, que racionalizando la realidad y sin “miedo a la libertad” plasme su identidad histórica como pedagogo, poeta, literato, teatrero, pintor, músico, filósofo, científico o simple ciudadano, en un permanente e interrumpido dialogo que explora la verdad.
Es tal la sencillez de este planteamiento que la democracia será en la medida en que los hacedores y profesionales de la cultura dejen espacios donde se posibilite el pensamiento original y la recuperación del pensamiento racional, vivenciando la libertad en el derecho a hacer inexorablemente el esfuerzo por responder siempre la otra y la misma pregunta.
Chía. 6-04-89
CITAS BIBLIOGRÁFICAS
KUNDERA, Milan. La Insoportable Levedad del ser. Tusquets editores. Barcelona. p. 45.
FROMM, Erich. Psicoanálisis de la Sociedad Contemporánea. Fondo de Cultura Económica. México. p 159.
FROMM, Erich. El Miedo a la Libertad. Planeta-Agoustin. Barcelona. p.277
Cnf.KANT, Manuel. Parágrafo 40 DE LA Critica del Juicio.

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