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UNA UTOPIA RACIONAL

  • Foto del escritor: Diana Urrego
    Diana Urrego
  • 6 ago 2016
  • 11 Min. de lectura

UNA UTOPIA RACIONAL: TODOS AL RESCATE DE LA VIDA Y DEL RECONOCIMIENTO DE LA DIGNIDAD DEL OTRO, PARA LA COLOMBIA QUE DESEAMOS

La historia universal y la historia regional, tejedora de nuestro tiempo personal y colectivo, están evidenciando, en las conductas de las emergentes estructuras sociales, económicas, políticas, científicas, culturales y mentales, una lucha mundial por mantener el imperio de los principios antiéticos y los antivalores con los que hoy se vive la tragedia humana. Valores y principios, que invertidos por el mal que causan, son inútiles e inhumanos, puesto que conducen a juzgar como válidas e inteligentes, todas las acciones destructoras de la naturaleza, la vida y de la dignidad humana, operaciones justificadas por el deseo histérico de alcanzar la riqueza y el poder POLÍTICO por la fuerza y la violencia, en nombre de un ordenamiento mundial que, por el contrario, hoy clama por reestructurase hacia el encuentro y el reconocimiento mutuo con el Otro[1]. Se quiere hoy, más bien, cambiar este peligroso rumbo de interés individual y actuar concertadamente, según lo propone Lévinas, con una nueva ética de la responsabilidad y pensando en una utopía racional posible en la reflexión de Tomás Moro, para la construcción de una sociedad en donde el objetivo de la vida ética, todos los días y en todo lugar, sea la determinación de lo humano en el hombre[2].Determinación que trae consigo una propuesta reguladora de una vida CIVIL ética que deberá concretarse en el ordenamiento de unos referentes, de unas acciones y unas prácticas que consagren la vida como el valor fundamental, reconociendo al Otro, en el sentido de que el Otro me afecta y me importa, por lo que me exige que me encargue de él, incluso antes de que yo lo elija y estar obligado a no guardar distancia con él. Se trata, entonces de redimensionar la dignidad de las personas con una mesurada tolerancia, sin cuestionar sus diferencias individuales y atender sus propias versiones de mundo, hacia una sociedad que concierta su futuro con base en acciones convenientes a fortalecer su identidad histórica por su trabajo desinteresado en la construcción de una nueva sociedad civil, regional y planetaria. Es tal y como Jonás, nos marca una nueva ética de la responsabilidad social y de la tolerancia en contextos humanos y racionales, al superar el imperativo categórico kantiano expresado como Fórmula del fin en sí mismo, del ser y enunciado para su implementación, así: “Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio", por el siguiente que se muestra mucho más amplio y contundentemente práctico: Es un nuevo imperativo categórico que podría expresarse así: “Actúa de modo que los efectos de tus actos sean compatibles con la permanencia de la auténtica vida humana”; o dicho negativamente: “Actúa de modo que los efectos de tus actos no sean destructivos de la posibilidad futura de esta vida”; o más sencillamente: “no pongas en riesgo las condiciones requeridas para la continuidad indefinida de la humanidad sobre la Tierra”; o de nuevo, en la forma positiva: “En tus elecciones actuales, incluye el futuro del hombre todo entre los objetos de tu voluntad”[3]. Es claro que seguir este imperativo, visto como un principio ético conductual, es estar atento al sentir humano y poner a disposición de él, una mente abierta, retadora, sensible e inteligente para construir una nueva sociedad donde la vida tenga valor, prime la dignidad humana, el valor del conocimiento y la defensa de la naturaleza, dirija todas las voluntades y las acciones hacia el reconocimiento y rescate del Otro[4] (Lévinas. 1990) como soporte del interés real por caminar juntos hacia el bien común, de tal forma que se provea una existencia feliz anticipadora de los tiempos que enfrentarán las generaciones venideras. Aquí la ética toma vida propia y deja de ser un listado de buenas intenciones, para proponer acciones prácticas cotidianas, que evidencien la recuperación del valor sagrado de la vida, el reencuentro con el Otro en la dignidad personal, el valor del conocimiento y la defensa de la naturaleza como posibilidad de mi propio proyecto de vida y trascendencia histórica generacional, tal y como se ve en la dinámica de los componentes del siguiente cuadro que se muestra como pre-texto de una guía para lograr, con los Otros, que son mi complemento, los sueños y la utopía racional de una Colombia que ama la vida con ciudadanos plenos de dignidad: no se pretende, con este escrito, formar en valores, ni menos sentar cátedra filosófica y deontológica sobre el ser humano, la invitación es a ver las cosas de la ética de la vida cotidiana, así:

Este cuadro síntesis, está lejos de la pretensión de formar en valores, tan solo muestra precisamente las pistas, de libre adopción, para concretar el sueño y la utopía racional que radicaliza nuestro propósito hacia el cambio del rumbo, antes individualista, y ahora colectivo, que inventamos junto con el Otro, hacia una Colombia que dimensiona el compromiso histórico y social, desde una vida ética que reconozca al Otro en su identidad histórica, conducente a valorar el conocimiento como constitutivo de la dignidad humana y la defensa de la vida sustentable y sostenible, la misma que heredarán las futuras generaciones. Lo realmente valiente será poner al servicio del país todo el conocimiento, que será de todo y para Todos, para que la vida ética en la sociedad cumpla su gran propósito: rescatar la vida y humanizar al hombre para salvarlo de sí mismo y con él, la permanencia del planeta.

Esto es así porque la única manera histórica de lograr cambios sociales es transformando nuestros tradicionales referentes éticos que nos hacen ver al otro como una oportunidad de riqueza material y mercantil que se debate en la ley de la oferta y la demanda por la que se mueven las grandes corporaciones financieras, hoy montadas sobre el mismo Estado destruyendo la democracia, promoviendo el lucrativo negocio de la guerra, de la paz, del hambre, de la pobreza, de la educación, de la salud pervirtiendo en las inteligencias débiles, los valores más preciados del ser humano. Son corporaciones que están apoyadas por los medios de comunicación, de las que también son dueños, que al igual que titulan un partido de futbol y publicitan un jabón de belleza, hacen del dolor, del sufrimiento, de la pasión, de las tragedias y de los hechos despreciables de corrupción, asesinatos y similares, la materia prima de sus titulares como una mercancía morbosa que provoca el señalamiento, la indignación y la estigmatización ante el planeta, situación que aumenta más la desgracia y oscurece toda aspiración de avanzar hacia la futura felicidad de esta y de las próximas generaciones.

El actuar en contra de estos paradigmas, sostenidos como principios y valores anti-humanistas, es hoy o nunca, ya no hay más tiempo; que todo habitante de Colombia, comunidad o grupo social, cada hora de las 24 del día, en todo momento y lugar, desprecie a los líderes y profetas de la no necesidad del Otro y sienta que es digno de este país en construcción con el Otro. Que sea un practicante cotidiano de la vida ética por la dignidad de las personas y la defensa de la existencia del País, pues los depredadores de esta vida, de esta tierra, de la existencia, de nuestros sueños, de las aguas y del mismo cielo, no pasarán, pero seremos adalides de la tolerancia racional y mesurada, si es necesario. Es altamente imperativo volver al principio y elaborar planes y estrategias, junto con los Otros y en equipo y considerando las competencias individuales para desterrar, en equipo, al enemigo social, visible e invisible, generador histórico del miedo y del odio, que resulta de una vida antiética plena de la mezquindad, la pedantería y la soberbia. La lucha será lidiada en su propio terreno, en el espacio mismo donde se congrega, se agazapa y cohabita este enemigo con la perversión y la corrupción, y será en compañía del Otro y de Todos los Otros, que, blindados con la armadura de la colombianitud y la colombianidad, enfrentaremos con la firme convicción, paciencia y voluntad suficientes y necesarias, que nos provee el tiempo marcado por la historia de cada uno de nosotros y para este preciso e irrepetible momento de trascendencia histórica individual, nacional y mundial.

Así las cosas, es un imponderable llevar a la práctica cotidiana esta condición para derrotar, con nuestras buenas conductas ética de vida, la supremacía del enemigo social perverso y ahogar su ansia de poder inagotable; es una tarea colectiva e imprescindible, que nos coloca a Todos en la obligación de impedir que el pensamiento bárbaro, la anti-ética y los anti-valores, pelechen en la familia, la escuela, el trabajo y la sociedad, la oficina, la calle, el parque, los valles, las montañas, los ríos, la iglesia y el hogar, la maloca, la choza y el bohío el supermercado, los medios de comunicación, la clínica, el consultorio, la administración de la justicia y el gobierno, y menos consentir que su práctica anti-social, se acepte y practique de forma natural, como si fuera bueno aplaudir a quienes promueven, suscitan e incitan los holocaustos y la destrucción física y espiritual, de la vida y de la naturaleza. Somos testigos de que sus actos son el resultado de la esquizofrenia de los corruptos y gestores de la guerra, la pobreza y el terrorismo, por la insaciable codicia y ambición del poder y del dinero, motivos por los cuales suscitan enfrentamientos y crisis regionales y nacionales, para los que fríamente se calculan en los centros del poder financiero, la cantidad de hombres, alimentos, transporte y armas necesarias para destruir tantos pueblos y tantas vidas, además de dar a conocer datos precisos a los centros de investigación y a los laboratorios ( que también son de su propiedad o son grandes accionistas) que han de considerar, de manera correspondiente, la cantidad suficiente de medicinas y demás instrumental quirúrgico junto con el cuerpo médico, que han de ofertar para atender a los heridos, y calcular el margen macabro de las ganancias con los tiempos que ha de durar esta lucrativa empresa de la muerte, disfrazada de luchas religiosas, políticas, económicas, raciales o territoriales, al igual que ya se sabe con antelación, detectar quiénes son los enemigos sociales practicantes de los antivalores de la perversión social y negociar con ellos la reconstrucción física de los lugares atacados y destruidos. Se presenta todo ello como una práctica de la leonina ley de la oferta y la demanda. Parece una mala metáfora, pero no lo es. Y tampoco es una exageración. De esto somos testigos presenciales a diario. Todos estamos en el centro de esta agresiva maquinaria de las grandes negociaciones de la vida y de la muerte, de la paz y de la guerra, en donde vivir se siente como una fuente de productos de mercado y de capital, para quitarla o conservarla, para dejar de alimentarla o dejarnos morir de hambre y de enfermedad, para convencernos ver al Otro como potencial enemigo nuestro y a quien debo apartar, de alguna manera, de mi camino. Y en este juego orgiástico, macabro y trágico, se debate el mundo actual y nosotros con él. En este panorama, bien lo dijo el Papa Francisco que visto como que “el mundo está en guerra”, nos movemos. Es una guerra económica y financiera en donde la sociedad civil lleva siempre las de perder. Es evidente que las personas no cuentan o cuentan como una pieza más de la maquinaria productora de la riqueza, sobre todo la ilícita, causante de todas las guerras y las hambrunas, incluyendo las mafias que planean y programan, financian y controlan, como negocio alto lucrativo, oleadas migratorias de humanos en Colombia y el mundo, acciones todas que deterioran la dignidad y ponen en evidente peligro la existencia de la vida y la del planeta que está a punto de la destrucción por tanto ataque visceral, que provoca el desequilibrio ambiental y mental, a todo lo cual no estamos ajenos en Colombia y a lo que hay que enfrentar: violencia, impunidad, corrupción y mezquindad, como los anti-valores propios de los enemigos sociales que son fuente de todas nuestra desgracias.

Frente a esto, la sociedad entera hoy nos está exigiendo, a Todos y a cada uno de nosotros, ser inteligentes y saber cómo proceder éticamente ante el mundo y las personas, amigas o enemigas de la sociedad, de tal forma que, reconociendo al Otro, podamos anticiparnos a los mejores resultados por el bien social y colocar las cosas y las palabras en el debido lugar, con la seguridad plena de caminar con dignidad, siempre hacia una mejor calidad de vida sustentable y sostenible. Se nos está pidiendo construir una nueva sociedad que, junto con el Otro, ame la vida y respete la dignidad de las personas y defienda la naturaleza de su destrucción y la del planeta; se nos reta a un cambio de mentalidad reconociendo al Otro como persona que me necesita y a quien yo necesito para ser reconocidos en la responsabilidad social e histórica y aportar lo mejor de cada uno para vivir felices y en paz. Definitivamente se nos pide asumir la elaboración de utopías racionales y estrategias concretas para su realización como ideales de identidad y autonomía de un país que ha perdido el norte al desconocer al Otro como “capital humano” y a la vida como el único y verdadero valor a defender.

De este modo, en medio de la más profunda desconfianza y el mayor de los escepticismos y en contravía de todos los nihilistas pesimistas y a conciencia de esto, valerosamente y sobre cualquier riesgo, convocamos a Todos a construir una nueva sociedad con una ética práctica de la vida cotidiana y de la responsabilidad social, que valora el saludo de los buenos días, de la buena conducta social; una ética activada diariamente, que proclama el valor de la dignidad de la persona y el reconocimiento del Otro que me complementa la vida, al paso de la historia, a la manera como lo propone Lévinas y lo señaló Tomás Moro, elaborando una utopía de lo real, que rompa radicalmente el curso de un pensamiento ideal centrado en la falacia del dinero y del poder político, recurriendo a la consolidación de la dignidad, tal y como el mismo lo hizo, puesto que antes que someterse al dominio de los intereses de un Poder imperante, en la cabeza de Enrique VIII, prefirió la muerte y mantener su dignidad aún después de ella, pues para él ya era claro que la ética es superior al saber y que el conocimiento es ante todo un valor que libera al ser humano, recordándonos que siempre a nuestro lado se encuentra el Otro, gracias al cual soy yo quien soy para caminar unidos en la diversidad y la diferencia, hacia la libertad real y espiritual, soportes del mejoramiento de la calidad de vida y defenderla como lo más sagrado y con ella la dignidad propia y la del Otro.

Este es el reto y este es el plan de los nuevos tiempos, por sobre todo crear los escenarios en donde esté dispuesta una silla para el Otro y para cada uno de nosotros y desde allí mostrar nuestra disposición férrea y responsable de construir, entre todos, una nueva Colombia. No hay disculpas.

Ud. Tiene la Palabra.

Y no olvidemos que para la construcción de esta utopía estamos convocados Todos, sin distingo de nombre, profesión ideología, política, sexo, raza, condición social, lenguaje o edad, todos somos el Otro, con el que por fin nos ganaremos la oportunidad de participar en la elaboración de nuestra identidad histórica y de la sociedad que realmente queremos, conquistando todos los terrenos, físicos y mentales, necesarios para vivir felices.


Juan de Dios Urrego Gallego

Bogotá, agosto 1 de 2016




[1] Cfr. Paula Gil Jiménez. Teoría ética de Lévinas: Por desgracia, en nuestros días, el mensaje de Lévinas, de defender la alteridad y reconocer al Otro en la consolidación de mi propio proyecto de vida ético hacia el bien común y el destierro del mal, parece que ha permanecido en el recuerdo de unos pocos, y que la gran mayoría se hayan inclinado por aquello que defendía Hegel: Todo lo importante toma la forma de guerra [...] Un verdadero Estado requiere una división de clases en ricas y pobres [...] La guerra tiene un valor moral positivo


[2] Cfr. Diego Bermejo (Ed). En las fronteras de la ciencia. José María Aguirre: Ciencia y Ética, retos y perspectivas. Pag 157. Anthropos.España 2008.


[3] Cfr. Richard J. Bernstein. El mal radical. Una indagación filosófica. “Jonás: una nueva ética de la responsabilidad”. Pág. 267.Ediciones Lilmod, Argentina 2005


[4] LÉVINAS, E., La ética. Madrid, Ed. Pablo Iglesias, 1990... “Es decir, el Otro, ese que responde a aquello que no soy yo, a aquello que es anterior a mí y, gracias a lo cual yo soy quien soy”


 
 
 

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